La historia de la humanidad nos enseña que el desarrollo de la civilización y el progresivo bienestar de sus integrantes está vinculada estrechamente con el aprovechamiento de las sustancias minerales. En sus etapas primigenias, el avance de la civilización estuvo basado en los productos agro-ganaderos, para evolucionar progresivamente mediante el uso de herramientas destinadas a facilitar las labores productivas. Nada de esto hubiese sido posible sin un desarrollo simultáneo de la minería, tal como nos lo presenta la Historia al establecer que el Homo Sapiens fue avanzando desde la Edad de Piedra, pasando por la del Hierro y el Bronce para llegar a esta actualidad que hoy disfrutamos con los demás metales junto al carbón y el petróleo, como bases fundamentales de este confort que estimamos indispensable.

Hoy resulta indiscutible que la riqueza de una nación depende de su industria fabril, de la intensidad de su agricultura y su comercio y, sin ser menos, de sus recursos minerales. No existe verdadera independencia en un país si no se dispone de esas riquezas en cantidades suficientes para satisfacer al menos sus necesidades internas básicas. Una mano de obra capacitada, sumada a disponer de energía suficiente a costos relativamente razonables, se unen para crear las condiciones básicas que cimienten el bienestar que todo ciudadano pretende para sí y sus descendientes. Prácticamente todas las materias primas, tanto como la fuerza mecánica indispensable para su beneficio, se derivan en muy alta proporción de las sustancias minerales, comenzando por el carbón, el petróleo y el hierro.

Y cuando un país no dispone de estos elementos básicos, se pueden adquirir si se cuenta con minerales valiosos como el oro y la plata, sumados ahora al aluminio, tungsteno, cobre, manganeso y plomo. Estos elementos minerales, sumados a una mano de obra capacitada, se combinan para constituir la base del desarrollo sustentable y el bienestar de una nación.

Al analizar la evolución de la humanidad vemos que estas condiciones se basan esencialmente en la disponibilidad de materias primas minerales, ya que ellas constituyen las bases de una industria fabril moderna capaz de asegurar el bienestar y el desarrollo económico-social de un país moderno. Hoy todos aceptamos como verdad indiscutida que la riqueza de una nación depende básicamente de su desarrollo industrial tanto o más que del desarrollo de su riqueza agro-ganadera. En esta condición, es la minería el principal contribuyente para que tal desarrollo resulte permanente y sustentable.

Disponer de materias primas minerales básicas como el carbón, el hierro y el cobre, fueron determinantes para que los países más ricos en estos minerales ocuparan los primeros puestos en el desarrollo de la economía y bienestar de sus poblaciones. Si no se cuenta con ellos, disponer de minerales auríferos suele ser la solución para alcanzar un intercambio beneficioso.

La producción agrícola depende del clima, la calidad de la tierra y la vocación agro-ganadera de sus habitantes. Siendo posible ir adaptando áreas nuevas según lo vaya determinando la demanda y el desarrollo económico regional. Aún las geografías más abruptas pueden ser explotadas con fines agrícolas si el hombre dispone del ingenio necesario, siendo los andenes que dieron el nombre a nuestra cordillera un excelente ejemplo de ello. Estos aspectos constituyen la mayor diferencia con la industria minera, pues un mineral valioso está donde la naturaleza lo ubicó, sin posibilidad alguna de que la habilidad humana cambio ese destino. Por ello es que hoy encontramos establecimientos mineros en la alta cordillera andina tanto como en la más cerrada selva de Borneo.

Esta situación tan particular, una de las dos que diferencian a la minería de cualquier otra actividad económica que el hombre decida encarar, ha servido para estimular la exploración de regiones marginales para llegar, posteriormente, a radicar poblaciones que sirven de base para asegurar la soberanía del país aún en sus sectores marginales, por lo general de muy difícil acceso así como de condiciones de vida llamativamente duras.

Todo ello concurre a plantear problemas de características muy particulares. En la industria minera, como no puede esperar una segunda producción, o “cosecha”, tal como es habitual en ganadería y agricultura, los yacimientos minerales constituyen una posesión valiosa a la vez que relativamente efímera para una región o provincia. A causa de su carácter limitado y de constituir un material indispensable para la independencia económica y el progreso de un país, la explotación de un yacimiento de gran volumen da lugar a numerosos problemas de características muy particulares para las costumbres de sus pobladores, máxime cuando por lo general se trata de sitios apartados de las grandes urbes y centros socio-políticos.

Diario de Cuyo