18 ACTIVAS
General
2013-08-01
Como es bien sabido, la mayor parte de las actividades que desarrolla el hombre son, en mayor o menor medida, agresivas para el ambiente natural. A este respecto, las industrias minera y metalúrgica revisten especial interés ya que después de proceder a la explotación de un yacimiento, si no existe una restauración posterior los terrenos abandonados pueden quedar en un serio estado de degradación sin posibilidades reales de un posterior aprovechamiento.
La sociedad actual, consciente de esta realidad inevitable, ha comenzado a considerar la explotación de recursos minerales en el marco de una correcta ordenación del territorio, con las salvedades lógicas que están ligadas a la ocurrencia de un yacimiento dado, aceptando a las operaciones extractivas como transitorias y no terminales, de tal modo que resulta imprescindible planificar la restauración de los terrenos afectados de modo de lograr un equilibrio racional entre el necesario desarrollo económico y una conservación inexcusable del medio ambiente natural.
Un reacondicionamiento racional de los terrenos afectados puede abarcar desde una recuperación exacta de las condiciones originales, en cuyo caso se debe hablar de “‘restauración”, hasta el intento de lograr un aprovechamiento novedoso y sustancialmente distinto al de la situación primitiva, lo que se entiende por rehabilitación o “‘recuperación”. Cualquiera que fuese el camino elegido, es obvio que se trata de una verdadera obligación social cuya viabilidad es a todas luces factible y que, en ciertos casos, supone un valor agregado al propio proyecto original.
Por todo ello, cualquier emprendimiento minero tiene que estar acompañado por un Plan de Restauración, el cual deberá irse ejecutando simultáneamente y en forma coordinada con las tareas programadas para la explotación y beneficio. Son numerosas las alternativas para el uso positivo de los terrenos afectados por una explotación minera, entre las que se destacan: Una reserva de minerales secundarios de aprovechamiento futuro; áreas destinadas a futuros emprendimientos agropecuarios y/o forestales; creación de una reserva natural para recuperación y protección de la fauna; mantenimiento de un ámbito para recreo, investigación y/o educativo; habilitación y control de vertederos industriales y/o humanos.
En forma independiente del uso previsto para los terrenos afectados por una explotación minera y/o metalúrgica, y cuando las condiciones lo permiten, una correcta cobertura vegetal suele jugar un papel de primordial trascendencia, ya que posibilita: Una restauración de las condiciones biológicas del suelo; una adecuada reducción y/o control de la erosión; la estabilización de los terrenos o sectores no consolidados; una efectiva protección de los recursos hídricos; y una razonable integración paisajística.
En los países donde las grandes minas a cielo abierto son ya tradicionales (Chile, Perú, México, EEUU o Australia) es notorio y reconocido por todos que, como consecuencia de estas explotaciones se ha pasado a considerar los huecos de labores antiguas, tanto si se trata de minas subterráneas como a cielo abierto, como zonas preferentes para ubicar bajo la superficie los residuos de diverso origen que generan los grandes conglomerados tanto fabriles como simplemente humanos. En todos los casos es preciso efectuar exhaustivos estudios hidrogeológicos, a fin de evaluar el impacto que podría ser generado por eventuales filtraciones de los efluentes potencialmente nocivos hacia los acuíferos de la zona.
Siempre debe existir un Programa de seguimiento y control, sin olvidar que la mayor parte de las actividades que desarrolla el hombre son, en mayor o menor medida, agresivas para el ambiente natural. A este respecto, es innegable que una explotación minera de gran escala reviste especial interés ya que, una vez agotado el yacimiento (algo que inevitablemente va a ocurrir) si no existe una restauración posterior los terrenos afectados quedarían en una situación de degradación sin posibilidades de un posterior aprovechamiento.
La sociedad actual, consciente de esta situación, ha comenzado a considerar la explotación de recursos minerales en el marco de la ordenación del territorio, aceptando a las operaciones extractivas como transitorias, por lo que resulta indispensable reacondicionar los terrenos afectados hasta alcanzar un equilibrio razonable entre el necesario desarrollo económico y la conservación de la naturaleza.
Ing. Juan Carlos Perucca – Diario de Cuyo
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