18 ACTIVAS
Sustentabilidad
2012-03-05
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LA “CUESTION MINERA” Y EL DESARROLLO ECONOMICO
Uno de los abogados de los vecinos de Andalgalá, Catamarca, afirma que la defensa del medio ambiente no es sólo algo políticamente conveniente, sino que es un acto de racionalidad a largo plazo.
Por Javier Garin *
Como uno de los abogados de los vecinos de Andalgalá, Catamarca, que se oponen a la Megamina de Agua Rica, recojo la invitación formulada por la señora Presidenta de debatir la cuestión minera. La oportunidad es propicia, ya que se cumplen dos años de la feroz represión que sufrió la gente de Andalgalá por orden del gobernador radical Brizuela del Moral, y ahora se teme que –pese a haber cambiado las autoridades provinciales– vuelva a producirse otra. Aclaro mi condición de militante kirchnerista a fin de que no se me sospeche de intencionalidades aviesas o animosidad contra la actual gobernadora. Para debatir con seriedad, conviene dejar a un lado deformaciones –intencionadas o no– que circulan en la discusión pública, disipando falsos dilemas.
1 Nadie se opone a la minería, sino a la megaminería depredatoria.
Los pueblos cordilleranos no están en lucha debido a una “irracional oposición a la minería y al desarrollo”, como piensan algunos, o a la “interferencia de agitadores foráneos”, sino por motivos legítimos y serios. Muchos de estos pueblos, como Andalgalá, tienen una tradición minera secular, y a nadie se le ocurre que haya que abolir la minería en general, como a nadie se le ocurre que se deba dejar de cultivar los campos, actividades económicas básicas. La oposición es a la megaminería a cielo abierto de alto impacto en cercanías de las ciudades o de sus fuentes de agua, que llevan adelante las multinacionales aplicando metodologías restringidas en sus países de origen, y que amenazan con desertificar y destruir el entorno donde estos pueblos se asientan desde antiguo.
La megaminería se basa en la búsqueda de partículas minerales dispersas en grandes masas montañosas y no en vetas o yacimientos concentrados. Para ello las multinacionales desarrollaron un procedimiento consistente en la voladura y triturado de cerros enteros, detonando toneladas de explosivos por día. Los restos se someten a una “sopa tóxica” para separar los metales, la cual insume millones de litros de agua diarios y requiere la aplicación de productos químicos altamente venenosos. En zonas de fallas geológicas como la de Agua Rica hay riesgos de filtraciones al subsuelo. El agua requerida se extraería de las reservas acuíferas que tienen más de diez mil años de antigüedad y que son el reaseguro futuro de las poblaciones de la zona, la cual se caracteriza por su extrema aridez. Las partículas en suspensión en el aire pueden producir cáncer y otras enfermedades respiratorias. Cuando termina sus actividades, la multinacional se retira y deja tierra arrasada. Todo para extraer un metal de valor convencional y suntuario cuya utilidad industrial es ínfima y cuyas ganancias aprovechan los países de origen. El Parlamento Europeo recomendó prohibir este tipo de megaminería en 2010. Pero los andalgalenses deben ser silenciados porque se oponen al “progreso”. ¿Al progreso de quién?
2 Podemos desarrollarnos sin destruir el entorno
Otro falso dilema consiste en contraponer el desarrollo al cuidado del medio ambiente. Esto se origina en la experiencia histórica de Europa y Estados Unidos, que llevaron adelante sus procesos de industrialización y desarrollo capitalista, en los tres últimos siglos, con un gran costo ambiental, deteriorando sus riquezas naturales de manera calamitosa. América del Sur –el continente de Naturaleza más rica y biodiversa del mundo– ha comenzado un proceso de desarrollo altamente positivo para sus pueblos y tiene la ventaja de poder llevarlo adelante aprendiendo de los errores ajenos para no repetirlos. Tenemos la oportunidad histórica de desarrollarnos sin destruir nuestros magníficos bienes naturales. El desa-rrollo al que pueden y deben aspirar nuestros pueblos implica la utilización de esos bienes naturales de manera racional y sustentable, sin arrasarlos ni “matar a la gallina de los huevos de oro”, entendiéndolos como un patrimonio que debe ser administrado pensando también en las generaciones futuras, para que no se encuentren a su tiempo con un continente devastado. Esto se puede hacer si nuestros pueblos dejan de pensar el desarrollo como una imitación servil de los paradigmas agotados del Primer Mundo. El neodesarrollismo actualmente en boga contiene resabios de pensamiento colonizado que deben ser reexaminados y rediscutidos, ya que no sólo los gobiernos son “gobiernos en disputa”, sino también lo son los modelos de desarrollo.
3El ambiente sano y equilibrado es un derecho humano fundamental.
Una de las razones de apoyo al kirchnerismo consiste en su política de derechos humanos. Por eso son de esperar del gobierno políticas ambientales más protectoras, sobre todo en materia de megaminería y expansión incontrolada de la frontera agrícola a causa de la sojización. El derecho a un ambiente sano y equilibrado es también un derecho humano fundamental, uno de los llamados “derechos de tercera generación”, que se encuentra reconocido en el artículo 41 de la Constitución nacional y en instrumentos internacionales. Los pueblos tienen derecho a desarrollarse y también a que este desarrollo sea “sustentable”, es decir, respetuoso del medio ambiente, al que deben preservar y no deteriorar innecesaria o irracionalmente.
4No hay que regalar la bandera ambiental a los oportunistas.
Aun frente a los reclamos más legítimos aparecen inevitablemente los opositores oportunistas y los medios monopólicos que, con su hipocresía, pretenden sacar provecho. Pero ello no descalifica per se al reclamo. Es muy tonto atribuirlo todo a la malicia de un multimedios, al extremo de justificar la represión y burlarse de los pueblos cordilleranos. Actuar así, tan neciamente, es ponerse en el preciso lugar donde la oposición quiere que esté el oficialismo, para pegarle mejor. Si alguna política ha sido equivocada, el revisarla no es signo de debilidad, sino de inteligencia. La defensa del medio ambiente no es sólo algo políticamente conveniente. Sobre todo, es un acto de racionalidad previsora a largo plazo y de justicia con los pueblos cordilleranos
* Abogado, escritor, autor de Manual Popular de Derechos Humanos y representante de Andalgalá en el amparo ambiental contra Agua Rica. www.derechoshumanosxjaviergarin.blogspot.com
Página/12 – Buenos Aires
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