En la parte final de esta serie de notas referidas a minería y sociedad podemos señalar que la historia de la humanidad ha dejado bien en claro que la riqueza de un país depende de su capacidad industrial, su agricultura, su comercio y sus recursos minerales. Es bien conocido que tanto la capacidad energética como la industrial indispensables para la seguridad económica y el bienestar de un país dependen de disponer de materias primas minerales del tipo petróleo y/o carbón además de metalíferos y, actualmente, de uranio. En la economía del hombre actual los minerales son, por lo tanto, la base de un desarrollo y bienestar potenciales más allá de lo común y corriente, situación que adquiere un significado muy particular cuando comprendemos que la producción agrícola, como la ganadería y demás industrias afines pueden repetirse anualmente por tiempo casi indefinido, mientras que la existencia de un yacimiento mineral determinado tiene plazos estrictos que la voluntad humana no puede superar.

Tal como consta en la bibliografía mundial, los yacimientos minerales figuran entre los recursos naturales más valiosos que puede poseer una nación. Su puesta en valor para ser explotados logra mantener el asentamiento de pobladores en regiones apartadas, muchas veces inhóspitas. Quienes de otra manera buscarían trasladarse hacia centros poblados de los valles más fértiles, generando de inmediato el grave problema de los asentamientos y villas periféricas que constituyen un serio dolor de cabeza tanto para gobernantes como para los vecinos tradicionales, con altos índices de desocupación y la consiguiente pobreza, colaterales de problemas sanitarios, educacionales y sus resultantes de alcoholismo y delincuencia.

En la última década del siglo pasado, cuando en nuestro país cerraban fábricas y la desocupación hacia crisis en todo nuestro territorio, en Los Berros (San Juan, Dpto. Sarmiento) gracias a su importante industria minera de rocas calcáreas, explotadas a cielo abierto en su mayor parte para abastecer numerosos hornos de cal, se planteaban problemas por insuficiencia de mano de obra. La minería crea numerosos puestos de trabajo donde no existen otros recursos, ocupando además de obreros a personal técnico: mecánicos, electricistas, choferes, administrativos, enfermeros, seguridad, junto a químicos, capataces, albañiles y soldadores. A ellos se suman geólogos, ingenieros, médicos, abogados, peritos mercantiles, además de expertos en medio ambiente y relaciones públicas, todos organizados según los valores más altos de formalidad laboral, con índices que superan el 90%. Los salarios suman en promedio más del doble que los de la industria en general, mientras que para el personal superior las remuneraciones sólo son algo inferiores a las del petróleo.

Ing. Juan Carlos Perucca – Diario de Cuyo